Sunday, February 27, 2011

El gran problema de la ciencia salvadoreña


De la sociedad
Los salvadoreños están poco o nada interesados en la ciencia en general,  no significa que no gusten de la tecnología, que por ahí vemos que pueden endeudarse para comprar un nuevo celular, o colocar su último televisor LCD o Plasma, pero no tienen idea de como funcionan. La gente esta dispuesta a gozar de los frutos de la ciencia, pero no desean aceptar su metodología para describir la naturaleza. Hay que hacer una acotación a la afirmación anterior, la sociedad salvadoreña no es la única con dicha particularidad, y tampoco explica todo el panorama, en los Estados Unidos un 40% de estadounidenses prefieren creer la versión bíblica de la creación del mundo, que entender los mecanismos biológicos de la teoría evolutiva; aun así, los Estados Unidos se perfilan entre las regiones con mayor producción científica.
En todo caso, en un ambiente urbano, la gente está dispuesta a pasar su tiempo ya sea en la iglesia o centros comerciales, que entrar a un museo.
Claro!, como sí la oferta de museos fuera la mejor, y ahí esta el otro punto, la infraestructura del país no permite que sus ciudadanos se interesen realmente en la ciencia, la oferta científica es casi inexistente, vemos esfuerzos independientes y de ONG´s que van en la función de promoción y educación en ciencia, pero su número es mínimo en comparación con otras ong´s que se dedican a la construcción de casas, salud o las que incluso se disfrazan de desarrollo local para introducir una agenda política particular.

De las instituciones educativas

Pero la ciencia, como tal, no es promoción ni divulgación, la ciencia se fundamenta en científicos, los cuales investigan para producir y socializar el conocimiento. Y seamos claros, en este país la investigación científica es casi, casi, casi inexistente.
Tenemos universidades, más de las que se pueden contar con ambas manos, a pesar de ello, no somos una sociedad del conocimiento, por que las universidades se han vuelto una máquina para hacer dinero, o licenciar personas que buscan obtener un titulo que les permita acceder a un mejor trabajo de oficinista.
Las universidades en cuestión, en su amplia categoría, desde la estatal hasta las privadas con sus variopintas diferencias, investigan. Sí, aunque parezca mentira, hay una minúscula investigación en ellas, como exigencia ministerial, las universidades tienen la obligación de constituir dentro de su organización departamentos de investigación.  Y dichos departamentos, poseen un sentido más de adorno que de interés, pues la universidad se considera asimismo como un centro educativo más que un centro investigativo. Y como las universidades están gobernadas de administradores y metodólogos de educación, se enfocan más al flujo monetario de la institución o a la formalidad de la enseñanza que la misma construcción del conocimiento.
Y luego dentro de la misma investigación existen vicios y malas prácticas, "hecha la ley hecha la trampa" cuando el ministerio obligó por decreto que las universidades investigaran, las instituciones comenzaron a filtrar trabajos que los estudiantes de pregrado hacían en sus labores de repaso o entendimiento como investigaciones científicas. Hay que ver, que escribir un articulo es una cuestión muy seria, presentar tareas disfrazándolas como documentos científicos es una verdadera fechoría, que incluye también aquellas práctica que van desde presentar ferias científicas (en donde gran parte del alumnado recicla algún experimento de años pasados y lo mandan a construir a un taller) hasta publicar encuestas o diagnósticos sociales sin propuestas  o soluciones como investigaciones científicas.
El Ministerio de Educación solo toma en cuenta la cantidad de "investigaciones" y no la calidad de las mismas. no analizan si estas "investigaciones" reunen los criterios internacionales para ser tomadas en cuenta como produccion científica.


De los científicos
Y luego, existe un  gran problema en generar científicos, somos incapaces de constituir una buena masa de ciudadanos que invierta su tiempo y vida en la ciencia, las escuelas parecen sitios de reclusión que hacen todo menos inculcar a los niños el amor a la ciencia y el interés hacia lo desconocido.
De la minoría de salvadoreños que llega a una universidad, entre todos ellos, la gran mayoría escoge carreras que resumen su interés por trabajar en una oficina o despacho, que en carreras científicas, por ello a nivel nacional hay 1000 estudiantes de leyes contra 1 de arqueología o 1000 estudiantes de comunicaciones contra uno de química pura, esto denota la concepción que la gente tiene en carrera de ciencia, pues prefieren carreras “de verdad” que carreras con las cuales ellos consideran que terminarán siendo profesores de colegio. 
Luego tenemos la fuga cerebral, gente que con dificultades se capacita en el país, y que por fortunas de la vida consigue un grado en el extranjero –sea pagando o becados- terminan migrando; y así,  los pocos que formamos se terminan fugando. Y los que regresan son marginados y enredados en dimes y diretes políticos de administradores o directores que se resisten al cambio o derribar sus propios paradigmas.
¿Qué sucede con los profesionales salvadoreños que dedican o quieren dedicarse a sus carreras a la ciencia?, algunos trabajan sus investigaciones en sus ratos libres, con empleos “de verdad” y luchan por producir.
Los que pueden y trabajan en uno de los pocos centros de investigación tienen el gran problema que sus jefes, quienes generalmente no son científicos sino administradores o educadores, no comprenden la dimensión de la ciencia, ni la metodología, y el departamento de investigación se vuelve una oficina más, con su café y su horario laboral, y su gente trabajando “en ciencia”, como si fueran contadores o planificadores de proyectos. Todo esto amen de obtener literatura especializada, el acceso a bibliotecas internacionales no es la norma en las universidades locales
Y luego en el fondo está el gran problema de actitud de lo científicos salvadoreños, se dividen en bandos, o escuelas, hay odios, envidias por doquier, luchas y chismes, se convierten en verdaderas divas, se critican entre sí. Muchos casos prefieren dedicar su tiempo a la construcción de castillos de cartón en donde alojar a sus egos, que a la producción y  socialización del conocimiento.


Si colocáramos un mapamundi, en donde todos los países fueran de cierto tamaño de acuerdo al número de publicaciones en física, biología, química, matemática, medicina clínica, investigación biomédica, ingeniería, tecnología, ciencias del espacio y de la tierra, El Salvador, este pequeño país de menos de 21 mil kilómetros cuadrados, desparece.
Tal como lo muestra el mapa superior*.
Estamos fritos.


* Imagen obtenida de www.worldmapper.org en la sección de educación/ investigación científica.


Sunday, February 20, 2011

Narco-Glamour

Hace unos meses, en un taller de literatura que presentó nuestra querida escritora Jacinta Escudos salió en la discusión el tema de las narco-novelas, hablamos largo y tendido sobre el hit que representa a las editoriales los narcos; y también, hay que decirlo, los vampiros.

El narcotráfico se ha establecido como el principal problema en México, Sur de Estados Unidos y Centroamérica desde hace algunos años. Los que vivimos por estas longitudes nos damos cuenta que los niveles de violencia están llegando a límites insoportables; de hecho, en ciertas regiones de Guatemala y México parece que el estado ya entró a una categoría de Estado Fallido.
Según declaraciones, algunos escritores consideran a bien retratar la realidad y han dedicado su tiempo a narrativas relacionadas al problema narco, o narco-problema (ahora todo es narco-diputado, narco-vehículo, narco-avión, como batman con sus bati-cuevas y bati-naves); claro, de paso las editoriales han hecho su agosto con varias decenas de títulos que hablan de lo mismo.
Y de los libros ha pasado a la televisión y luego al cine, el narco se ha vuelto un ícono en la industria del entretenimiento; mejor dicho, se volvió transmediático. Estamos ante un reciclaje de las antiguas grandes producciones gansteriles, no más Paul Muni y James Cagney con su metralleta Thompson y sus sombreros de ala ancha, ahora es la Virgen de los Sicarios y El Cartel de los Sapos lo que se transmite, con sus Hummers y sus marquetas de cocaína, en franca persecución por la DEA y los gobiernos.
El manejo mediático del narco bien podría ser un esfuerzo colectivo en digerir el fenómeno, es irlo tragando lentamente en porciones semanales o diarias, auspiciado por algunas marcas que gentilmente anuncian sus productos en sus franjas comerciales, que las narco-historias tengan o no un final moralizador no creo que disuelvan el glamour que se establece a lo largo de la trama.
Toda esta parafernalia del narcotráfico me huele a una discreta apología del delito, es un tanto crítico si nos damos cuenta que nuestra sociedad se define según el “mass media”, y sus acartonadas existencias del “reallty show” de la vida; claro, no creo que la gente sienta necesidad de convertirse en narco por ver una telenovela que trate del tema. En el mejor de los casos, puede inculcarnos la idea que el problema es normal, que no hay salida y que a fin de cuentas, es puro entretenimiento.
Son los vientos de nuestra época.

Para profundizar:
La escritora Vanessa Nuñez Handal publica en su blog "Sobre el "narco glamour" o el adormecimiento de la conciencia"

Wednesday, February 16, 2011

It´s the customer service, stupid



Una canción dice: "En el mundo hay gente bruta y astuta..."
Cosa ciertísima.
La estupidez es amplia, vasta y democrática, estamos llenos de estúpidos, los hay por todas partes, puede leerlos en los comentarios de los periódicos electrónicos, con sus opiniones absurdas. Usted se preguntará ¿Cómo puede existir gente tan estúpida que tenga el valor de escribir tal cantidad de tonterías?, pero ahí están, y usted –como todos- también tendrá su opinión, algo que para otro, siendo todas las cabezas mundos, será una verdadera estupidez.
Sin duda que tenemos estúpidos en el congreso, en los ministerios, en las oficinas, en las cortes, en los medios de comunicación, y no faltarán estúpidos en las universidades dirigiendo escuelas y facultades, los habrá rellenando aulas; y lo más crítico, los habrá dando clases.
Casi siempre, y como norma del destino, encontramos a los estúpidos en puestos claves, colocados a dedo por otros estúpidos; nos rodean, están en todos lados, habrá barrenderos, abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, osteólogos, veterinarios, astronautas, filólogos y cuentistas estúpidos, entre tantas profesiones existan así los habrá, la división social del trabajo tiene en su base misma, un buen número de estúpidos, nadie se salva.
Todo mundo ha cometido una estupidez en su vida, nadie puede negarlo, ese es nuestro destino, vivir entre la prueba y la estupidez, todos tenemos en nuestra cuenta personal un buen número que se acrecentará mientras más tiempo vivamos, la experiencia se basa en la cantidad de estupideces cometidas y el aprendizaje que saquemos de ellas.
El estúpido que la padece frecuentemente no lo nota, en ocasiones quien logra verla y tiene algo de dignidad, la disimula un poco; digo, por aquello de amor propio, aunque algunos en lugar de encubrirla, parecen vanagloriarse de ella.
Así las cosas, si nos ponemos matemáticos, podríamos entender la diferencia de la estupidez entre el género humano, es simple, usted puede ser un estúpido en diferentes escalas, solo relacione la magnitud y la frecuencia de su estupidez, simple.

Servicio al cliente
Entre todas las particularidades humanas, en la industria del servicio se estilan muchas estupideces, conozco el caso de un amigo quien trabajando en una línea aérea envió sin querer a una niña que viajaba sola hacia Costa Rica, cuando su destino final era Los Ángeles. Claro, un error lo comete cualquiera, pero en todo caso es una verdadera estupidez, tomando en cuenta que pasó una buena cantidad de filtros y nunca se le ocurrió (por dejadez o negligencia –un sinónimo de estupidez-) preguntar: ¿y este avión va para Los Ángeles?, pues no, el fulano sentó a la mocosa en un asiento del avión y adiós, se fue a país de los costarricenses.
Ella que ya contaba con más de 10 años, no tuvo la decencia de informar al sobrecargo que su destino era Los Ángeles, a pesar de la serie de avisos abordo sobre el destino final del vuelo, la chica o no los escuchó o se confundió. Así que después de todo, la pequeña cometió una estupidez para si misma. Pero en la repartición de responsabilidades, la estupidez que se castiga es la del fulano que llevó a la chiquilla a otro rumbo.
Durante el tiempo trabajé en servicio al cliente me di cuenta que los clientes pueden ser estúpidos, hay de aquellos que compran un boleto a Dallas por ir a Dulles, o dejan $20,000  dólares en un baño público y luego se quejan. Por supuesto, quien da el servicio nunca debe, por ningún motivo dar un resquicio que el cliente es el que cometió la estupidez, nunca, aunque lo haya hecho.
Pero con mayor frecuencia es el cliente el que sufre por las estupideces del proveedor del servicio, casos hay para pavimentar las calles, común es que la empresa de cable o de internet conectó mal el servicio, o que por enésima vez el recibo de la luz eléctrica fue depositado en el buzón del vecino.
Así las tenemos los clientes, sufrimos por la estupidez de los que prestan servicios, pero recordemos la formula, lo importante es la magnitud de la estupidez y por supuesto, la frecuencia.

El Café de Benn
Dos años después que cometí la estupidez de irme a sentar a Benn´s Coffee (reclamo que relato aquí), veo en el perfil de un amigo en Facebook que el dueño de la referida cafetería publicó un artículo de promoción del café en un periódico local. En la intimidad que permite el Facebook -la cual es de carácter público- hice un comentario un tanto sarcástico de lo que me ocurrió, pero entre todo, tuve el tacto de no mencionar el establecimiento.
La sorpresa llegó pocos minutos después cuando recibí una alerta inmediata a mi comentario, nada menos que por el dueño del establecimiento.
Y vaya que fue una sorpresa, lo que se publicó no fue una disculpa estándar que las empresas hacen cuando tienen un cliente molesto; no, lo que me llegó fue una respuesta incendiaria, es de ponerse de tu a tu con el cliente.
Por espacio y decoro no abonaré en la discusión, que se hizo un dime y diretes, que dos años después parece que estoy a flor de piel del dueño del cafetín. Hay que ver, que por otros clientes me he dado cuenta que el tipo no acepta críticas, oportunidades de mejora de sus clientes, y como tal, de la misma forma proceden sus empleados, hace pocos meses una amiga se quejó de un postre y la respuesta fue “así lo hacemos aquí”.
Y es que en el servicio al cliente se cometen muchas estupideces, he aquí un ejemplo vívido, absolutamente nunca se debe contradecir a un cliente molesto, hay que rescatarlo, para ello hay técnicas del llamado “rescate del servicio”, con pasos simples y firmes, a fin de conseguir promotores del negocio, no detractores.
Quejarse y escribir la experiencia del servicio en un blog o perfil del Facebook o en el Twitter es un derecho que tiene todo consumidor, no es una difamación, se basa en la recomendación o no de un lugar. Hay sitios donde uno queda convidado a volver a visitar, yo soy cliente de “Fire of Brazil”, una churrasquería local, por el producto y la atención, pero sobre todo, por que el día que lo visité, el dueño del negocio nos ofreció una atención personalizada, “aquí las cosas se hacen al gusto del cliente”, bien por él y muchos éxitos, yo regreso y gasto mi dinero en su restaurante.
Y es que fundamentalmente ese es el quid del asunto, es la libertad que una persona tiene en gastar o no su dinero en tal lugar, por mi lado, si de café se trata nunca regresaría a Benn´s Coffee, pues aparte de todo, no quiero ni pensar con que fluidos mezclarían su café expreso, así que mejor ahí lo dejamos.
Pero regresemos al tema en cuestión, cada quien va de la mano con su estupidez, lo bueno es evidenciarla y aprender de ella, de volverme a pasar un caso como el de Benn´s Coffee juro solemnemente que acudiré a la Defensoría del Consumidor, estúpido fui en no hacerlo en un inicio. Aunque conociendo la Ley del Consumidor y con lo testarudo que ha resultado ser el dueño de la cafetería, dudo que hubiéramos llegado a un acuerdo, aunque quizás se ganara aunque sea una buena multa por no publicar los precios del “extra-saborizante-licor” en el menú.
Estúpido fui, pero no en la magnitud del dueño, que después de dos años del incidente no cae en cuenta que come por los clientes, entonces me figuro que la formula de la estupidez se encuentra incompleta, pues además de la frecuencia y la magnitud, habría que asegurarle una tendencia al infinito.

("It´s the customer service, stupid", basado en, "It´s the economy, stupid")