Este país es muy eficiente en destruirse a sí mismo.
Es un pueblo con tan poca querencia sobre su historia y con una
profunda incapacidad de apropiarse de su patrimonio que a nadie
le extraña los continuos incendios y constantes derrumbes de verdaderas joyas
arquitectónicas, edificaciones que en otras realidades serían protegidas hasta la
perpetuidad.
Uno creería que es cuestión de educación, pero la insensibilidad
por el patrimonio también incluye a personas con educación formal. Poseer una
licenciatura o maestría no es sinónimo de interés por el patrimonio,
a la gente simplemente no le importa.
La historia se nos está yendo entre los dedos, en treinta años no
habrá ningún edificio del siglo XIX, ninguna estructura que atestigüe ese
pasado.
El 7 de enero de 2013, después de una lenta agonía de veinte años,
se incendió la Iglesia San Esteban, un edificio emblemático ubicado en uno de
los barrios más destacados e históricos de San Salvador.
Los barrios poseían su propia organización que se suscribía al par
de cuadras que comprendían, poseían su propia iglesia, su patrón y sus fiestas particulares,
los pobladores sentían cierto orgullo en vivir y pertenecer al barrio, estos
territorios generaron marcadas
identidades locales.
Los barrios todavía están ahí, se ubican alrededor del centro de San Salvador,
entre los principales tenemos: El Calvario, Candelaria, La Vega, Concepción,
San José, San Jacinto, Santa Anita y San Esteban. Todos ellos tienen sus
pobladores y siguen viviendo su cotidianidad un tanto parecido al antaño, con
la diferencia que hoy les toca luchar contra la marginación, la violencia y una
decadencia que deteriora sin piedad su pobre infraestructura.
El Barrio San Esteban está ubicado al oriente de la Plaza Zurita,
incluye la Calle Delgado, el Mercado Tinetti, y la 4ª y 6ª Calle Oriente.
A mediados del siglo XX, se podía encontrar una
buena cantidad de fontaneros, carpinteros, albañiles y sastres. Pero una de sus
cualidades más destacables es su importante actividad religiosa muy ligada con
El Calvario, durante la Semana Santa todavía se observan procesiones que recorren la
Calle de la Amargura, la cual termina frente a la extinta Iglesia de San Esteban. En décadas pasadas los vecinos colocaban altares en todas
las casas y durante el Jueves Santo la calle era recorrida por penitentes.
Durante las fiestas de Navidad, se llevaban a cabo posadas o
pastorelas, y las casas abrían sus puertas de madera de par en par, para que la
gente apreciara los nacimientos.
Hoy envueltos en el trajín y los paradigmas actuales, muchos
citadinos no comprenden la dimensión social de una vida de barriada, la mayoría
de la población urbana vive en colonias o repartos, muchos de ellos privados,
encerrados en muros, portones y alambres razor.
En dicho barrio se encontraba la Iglesia de San Esteban, un templo
construido a finales del siglo XIX, era de madera y lámina de Cataluña, la cual fue
seriamente afectada por el terremoto del 10 de octubre de 1986.
El nulo mantenimiento por parte de la Iglesia Católica y el poco
interés de los gobiernos nacionales y municipales en trabajar en su
conservación fueron los responsables directos del fin del edificio.
Y entonces en la tarde del 7 de enero de 2013, la Iglesia San
Esteban, patrimonio histórico de la ciudad de San Salvador ardió hasta su cimiento, se quemó toda, se perdió para siempre una estructura del siglo XIX,
de una época que se nos fue y que a nadie le importa en este país de mente de
polilla.
* Si desean ver imágenes de la Iglesia San Esteban les recomiendo este enlace de El Faro
1 comment:
De verdad, me pegó duro esta pérdida. No lo podía creer. Sentí como si una parte de mi trabajo y mis aficiones, mi historia como capitalino y salvadoreño se quemaron ahí. Me indigna la poca importancia que le damos a nuestras joyas y patrimonio. Hasta la fecha SECULTURA no se ha pronunciado al respecto, ni la iglesia católica (tan afanada por destruir el arte) han movido un dedo para hablar de una posible reconstrucción o algo por el estilo. De lo que sí no cabe duda es que el barrio no volverá a ser el mismo. No volveremos a ver a ese abuelo testigo de muchas generaciones y desastres capitalinos. Lamentablemente estas cosas tienen que pasar para tomar conciencia y esperar (solo tener la esperanza) de que las autoridades y ciudadanos hagamos algo por estas edificaciones.
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