Telescopio Tinsley de la Asociación Salvadoreña de
Astronomía observando al planeta Venus en las constelación de Sagitario (Nov
2013) foto por Jorge Colorado.
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"No explicar la ciencia me parece perverso. Cuando uno
se enamora, quiere contarlo al mundo"
La astronomía llegó a mi vida de una forma discreta, no
guardo recuerdo de cuando y como me comenzó a interesar, pero estoy seguro que
fue producto de una serie indeterminada de eventos casuales, y del buen juicio
de mi madre que me regaló un par de libros que me marcaron de por vida. Tampoco
llegó sola, se acompañó de otras dos ciencias que siempre he amado y que me
apasionan, a una de ellas me he dedicado profesionalmente.
Los niños son curiosos por naturaleza y yo no fui la
diferencia, ni particularmente destacado, tan solo que las cosas se dieron de
tal forma que la ciencia siempre me importó, quizás un poco más que el promedio
de personas que me rodeaban. El Salvador puede ser un territorio fértil para
muchas cosas, pero la ciencia nunca ha sido uno de su fuertes y la búsqueda del
conocimiento tampoco es uno de sus valores más destacados.
De niño nunca tuve acceso a un telescopio y tampoco podía
definir las constelaciones, el cielo nocturno me parecía un rompecabezas sin
sentido, estrellas esparcidas sin orden en un fondo negro. Solo tenía un par de
binoculares que habían pertenecido a mi bisabuelo y que pasaron por varias
generaciones hasta llegar a mis manos.
Durante la guerra civil (1980-1992) los telescopios estaban
restringidos a la venta, si alguien pretendía importarlos era necesario obtener
un permiso del Ministerio de Defensa o tener un amigo militar que le facilitara
el trámite en aduana. Todavía en el siglo XXI los telescopios siguen con esa
absurda restricción, El Salvador debe ser el único país del mundo que cataloga
a los telescopios como armas.
Un día de tantos un amigo de la familia me regaló un
telescopio que él ya no usaba. Me lo dio en dos partes, una semana el tubo y
otra semana el trípode. Como todo adolescente no tuve la paciencia de esperar
un par de días y esa misma noche hice malabares para mantener el tubo enfocado
hacia un lucero que se ocultaba en el horizonte. Descubrí que se trataba de Júpiter, el
gigante gaseoso y planeta más grande del sistema solar.
Pasé los siguientes meses observando el cielo y reconociendo
las constelaciones. Con el telescopio pude observar nebulosas, cúmulos de
estrellas y galaxias, me maravillé con los cráteres de la Luna, los anillos de
Saturno y los casquetes polares de Marte. En ese tiempo la contaminación
lumínica de San Salvador no era mucha y todavía dejaba los cielos relativamente
oscuros. Yo era un adolescente que se pasaba las noches viendo las estrellas en
un cielo donde volaban helicópteros de guerra.
A inicios de 1991 leí una noticia en un periódico que me
dejó perplejo, el titular decía "Fundan asociación de astronomía",
fue una gran sorpresa darme cuenta que habían otras personas con el mismo
interés en El Salvador, que esa fundación se había venido aplazándose desde
mediados de los años ochenta, en los años cuando el cometa Halley se había
acercado a la Tierra. Hoy era diferente, había una gran excusa para organizar
un grupo de interesados en la astronomía: El eclipse total de sol del 11 de
julio de 1991.
Inmediatamente nos dimos cuenta que la gente estaba
emocionada con la noticia del eclipse, pero también había mucho miedo y
confusión. Los medios de comunicación comenzaron a preguntar sobre las horas y
las técnicas seguras para observarlo. Así que en las semanas previas al eclipse
nos tocó cubrir a casi todos los socios muchas radios, periódicos y televisión,
yo tuve que romper el miedo a los micrófonos y las cámaras de televisión y
hablar de astronomía. Al finalizar cada programa noté que siempre me sentía muy
satisfecho en compartir con la gente algo que yo valoraba, ASTRO me permitió
descubrir esa vena de comunicador de la ciencia y docente de la cual no tenía
ni la menor idea.
Fotografía del Eclipse Total de Sol 11 de julio de 1991,
foto por Victor Hugo Hurtarte ASTRO.
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El eclipse lo observamos desde un terreno contiguo al
Aeropuerto Comalapa (hoy en ese lugar se encuentran las salas de espera 14 y
16). El canal 10, TV educativa, cubrió el evento en vivo junto con ASTRO y lo
transmitió a nivel nacional. Dos compañeros de la asociación y ahora amigos de
muchos años fueron los conductores del programa. El eclipse sobrepasó todas las
expectativas que me había hecho durante los meses previos, estoy seguro que fui
uno de los afortunados que tuvo la oportunidad de disfrutar al máximo ese
evento astronómico en El Salvador.
Años después gracias a una donación de un telescopio y una
cúpula, nos impulsó a buscar un terreno para construir un observatorio astronómico.
El observatorio tomó más de 7 años en
completarse, para ello se contó con el apoyo de los mismos socios de ASTRO, de
empresas privadas y fundaciones que donaron dinero y materiales. El
observatorio está ubicado en el municipio de San Juan Talpa y se inauguró el 8
de febrero del año 2000.
Hoy han cambiado muchas cosas, el observatorio ha sido
ampliado en varias ocasiones, llegó el Internet a El Salvador y las redes
sociales comenzaron a tener una mayor importancia en nuestra sociedad. A nivel internacional
los telescopios se computarizaron y las cámaras se hicieron digitales lo que
revolucionó la astrofotografía. Por otro lado los países desarrollados han
enviado robots a varios planetas, sabemos como es Plutón y se han descubierto
planetas en otras estrellas. Nadie sabe que sucederá en el futuro cercano, es
posible que en un par de décadas la ciencia logre descubrir por medio de
estudios espestroscópicos de las atmósferas de exoplanetas alguna firma química
de la vida, y quien sabe, quizás también vida inteligente.
Al presente el desarrollo científico del país es muy bajo,
los últimos años la producción científica del país se ha encontrado bajo las
islas de Barbados y Guadalupe. Mientras que el mundo va a trote con la ciencia
y la tecnología, el futuro inmediato no parece ser muy halagador para la
ciencia salvadoreña.
Si bien este tipo de organizaciones como ASTRO es de
carácter aficionado, estas sirven de plataforma para la comunicación de la
ciencia, una actividad que va más allá de compartir datos y descripciones de la
naturaleza, comunicar la ciencia es un acto provocador de un cambio social. La
astronomía es una ciencia muy bella, no solo porque la capacidad de apreciación
que tenemos los humanos ante el universo y las preguntas filosóficas que esta
trae, sino porque también tiene enormes vínculos con otras ciencias, las
estrellas nos pueden llevar hacia la química, hacía la ingeniería, hacía la
electrónica o la arqueología.
Poner el ojo en un telescopio es más que una entretenida
afición, es una ventana a un universo fascinante y a la posibilidad de dedicar
la vida a la búsqueda del conocimiento.
(Artículo publicado en periódico El Faro)
(Artículo publicado en periódico El Faro)
Niños observando la Luna desde la laguna de Alegría, Usulután, foto por Jorge Colorado. |
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