Sunday, September 6, 2020

Cobra Kai


Bajáte de ahí, Karate Kid, que te vas a matar.”

                                                                                                       Mi mamá, en algún momento de los 80's mientras yo, subido en un poste, pretendía lanzar una patada como Daniel LaRusso 



En una extraña maratón de poco menos de tres días he terminado la serie Cobra Kai, la cual está disponible en el servicio streaming de Netflix (2020). El show ya tiene algunos años de haber sido producida y presentada inicialmente en el servicio de pago YouTube, pero como ustedes saben las producciones originales de YouTube han sido un fracaso; y con razón, quien le da valor a YouTube son los mismos youtubers que producen contenido. Así que era un poco absurdo que la plataforma lanzara productos que compitieran con el alma de YouTube, quien pretendió convertir a YouTube en una competencia a Netflix o Hulu fracasó con todo éxito.

Sabiendo se liberaron muchas series que estaban en el servicio pago de YouTube, los productores de los programas comenzaron a buscar un lugar donde colocarse y así fue que Cobra Kai terminó llegando a Netflix. No me enteré que estaba disponible hasta que alguien recomendó la serie en Twitter, le fui a dar un vistazo y me enganchó desde el primer momento. 

Como ya deben de saber la serie es una continuación de las películas The Karate Kid de los 80’s, unas películas que son un ícono de esa época. The Karate Kid no son profundas producciones dignas de un Criterion Collection, pero tienen un gran valor dentro de la cultura Pop, una manifestación cultural muy propia de nuestro tiempo y que aparte de todo, la envuelve de una enorme nostalgia.

Pues como les decía me tiré la serie en poco menos de tres días, y es muy buena la verdad, tiene sus cosas absurdas y un poco de humor estúpido, que a veces hace pensar que uno está viendo una comedia adolescente de milenios, pero como entremezclan la nostalgia ochentera, los que somos Generación X nos conquista de inmediato.

Pero lo que más me gustó de todo son los personajes, los cuales no son malos, ni buenos ¡vaya! diría que todos son buenos, caen bien, que uno puede entender sus problemas pero que son las situaciones adversas las que los ponen en sentido contrario y los hacen estrellarse. 

La estructura de los caracteres está siempre distribuida entre Daniel LaRusso (Ralph Macchio) y su contraparte Johnny Lawrence (William Zabka), estos antagonistas comienzan una dinámica un tanto absurda y anacrónica, de un pleito de adolescentes que lleva casi 35 años y que nunca se solucionó. Así que de pronto todo ese resentimiento de Lawrence contra LaRusso, que lo trae a flor de piel durante décadas, emerge y explota. La cuestión es que uno de público comienza a comprender y empatizar con “el malo”, así que después de un par de episodios uno no solo entiende a Johnny, sino que se convierte en “el bueno”. 

Pero tampoco LaRusso es malo, sigue siendo bueno, de hecho, el personaje que siempre fue algo “annoying” lo sigue siendo, solo que ya es un adulto y está en otras situaciones; sí, Johnny y Daniel son antagónicos en cuanto a la praxis, pero ninguno de ellos tiene esa característica de maldad y bondad que es tan propia de este tipo de producciones culturales.  

Luego están los muchachos que aparecen haciendo tensión en la oposición entre Johnny-LaRusso, estos pobres son arrastrados por dinámicas que ocurrieron décadas antes de nacer, cuestiones que no comprenden pero que están ahí, invisibles o escondidas en la discreción de la vida. Para ellos la pelea de 1984 es apenas un dato, pero de pronto ese dato comienza a pasarles factura, a ellos que son ajenos e inocentes de lo ocurrido. Pero bueno, así es la vida, cargamos con los pesares y errores de nuestros antepasados.

 Además, los problemas estructurales de los 80’s siguen siendo actuales -por eso son estructurales- siempre hay un grupito de patanes que persiguen a los débiles, quienes después les toca vengarse de los ataques en una especie del turno del ofendido.

Cobra Kai se va retorciendo en una dinámica muy propia y muy interesante, todos caen bien y de pronto uno se encuentra viéndolos pelear -porque es obvio que es una serie de entretenimiento de karate- pero los personajes de las luchas son nobles y buenos, uno les comprende su situación y entiende que el único problema es que las circunstancias los han puesto en situaciones contrarias. 

Quítele a Cobra Kai su nostalgia en la música, las actitudes ochenteras de Johnny-LaRusso, las peleas de karate, la acción y el humor, lo que queda y que es muy valioso a  mi parecer, es que la moralidad de sus personajes van más allá del blancos y negros, todos son grises. 

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