Cuando las cosas son verdaderamente intensas hay que dejar pasar un tiempo para verlas en su dimensión. Hace un par de semana hice un viaje por el Perú, un país al que extrañamente me sentí atraido durante mi infancia.
Olvidado durante mi adolecencia, excepto por algunas noticias de Sendero Luminoso y luego con Fujimori este gran país durmió en mi cabeza, hasta que a finales de 2005 visité por razones de trabajo a Lima.
Un par de viajes más a la misma caótica ciudad hizo que jurara regresar con intensión de visitar con más detalle algo que solo podía apenas vislumbrar entre el ir y venir del trabajo.
Así que a finales de Mayo, regresé por esos parajes extraordinarios, unos dias en Lima y unos dias en Cusco. La inolvidable visita al Valle Sagrado y la increible observacion del nevado Verónica desde Ollantaytambo fue tan solo la entrada al plato fuerte: Machu Picchu. una ciudad señorial, de complicada construcción y enclavada en la cumbre de un cerro el cual es demarcado por un profundo río, el cual termina por desembocar en el Amazonas.
Solamente imaginar a esta antigua ciudad en sus tiempos dorados maravilla, creo que nunca vamos a entender la dimensión Quechua de todo el asunto que envuelve a Perú. Es demasiado grande y queda corto cualquier aproximación teórica del asunto.
La gente que vive la cultura de los antiguos adoradores de la hoja de coca y la chacana aun están ahí, a pesar de la incomprensión modernista que nos ciega y no nos permite aproximarnos, ellos siempre se agolpan frente a los visitantes, nosotros apenas podemos comprar su presencia.
Espero regresar, es un lugar que llama.
Olvidado durante mi adolecencia, excepto por algunas noticias de Sendero Luminoso y luego con Fujimori este gran país durmió en mi cabeza, hasta que a finales de 2005 visité por razones de trabajo a Lima.
Un par de viajes más a la misma caótica ciudad hizo que jurara regresar con intensión de visitar con más detalle algo que solo podía apenas vislumbrar entre el ir y venir del trabajo.
Así que a finales de Mayo, regresé por esos parajes extraordinarios, unos dias en Lima y unos dias en Cusco. La inolvidable visita al Valle Sagrado y la increible observacion del nevado Verónica desde Ollantaytambo fue tan solo la entrada al plato fuerte: Machu Picchu. una ciudad señorial, de complicada construcción y enclavada en la cumbre de un cerro el cual es demarcado por un profundo río, el cual termina por desembocar en el Amazonas.
Solamente imaginar a esta antigua ciudad en sus tiempos dorados maravilla, creo que nunca vamos a entender la dimensión Quechua de todo el asunto que envuelve a Perú. Es demasiado grande y queda corto cualquier aproximación teórica del asunto.
La gente que vive la cultura de los antiguos adoradores de la hoja de coca y la chacana aun están ahí, a pesar de la incomprensión modernista que nos ciega y no nos permite aproximarnos, ellos siempre se agolpan frente a los visitantes, nosotros apenas podemos comprar su presencia.
Espero regresar, es un lugar que llama.
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