Desde hace años peligra su bosque tropical, su magnífica biodiversidad, como también las decenas de milenarias ciudades mayas, debido a los incendios, a la caza ilegal, a la tala inmoderada, a los narcos, a los saqueadores de piezas mayas. Estos criminales son una plaga. Son como la marabunta, esas temibles hormigas que viven en las selvas de Petén y que arrasan por donde pasan.
Desde hace años el Dr. Richard Hansen, director del proyecto Cuenca Mirador y sus colegas, han dado la voz de alarma: “S.O.S. aquí desde Cuenca Mirador. ¿Nos escuchan?”, agregó el Clarinero. Me da la impresión de que su angustioso llamado no lo hemos querido escuchar la mayoría de los guatemaltecos. Su intención es preservar el bosque y los sitios arqueológicos para las generaciones del futuro.
Conversé con Hansen. Me mostró las fotografías de la NASA, que señalan los incendios en la Biosfera Maya. ¡Da horror! Esas fotos me hicieron pensar en la Cuenca Mirador como si fuera la proa de un barco que trata de abrirse paso entre un mar de fuego. Si los incendios, los narcos, los madereros, los saqueadores de piezas continúan haciendo de las suyas acabarán con la Cuenca y con todo el territorio de Petén en poco tiempo. ¿Pero cómo salvar la Cuenca Mirador? De acuerdo a Hansen, la primera medida de emergencia para evitar esa catástrofe sería declarar la Cuenca como una Zona Silvestre. Es vital impedir la construcción de carreteras. Son como un “beso de la muerte”, me dijo. Claro, respondí, una carretera rompe los ecosistemas frágiles de nuestras selvas. Permiten la avalancha de vehículos, gente, contaminación. En el 2008, el presidente Álvaro Colom presentó el proyecto Cuatro Balam. La zona norte de Petén, donde se encuentra la Cuenca, sería declarada como un parque, pero ese plan se esfumó.
Si el Gobierno declarara la Cuenca Mirador como Zona Silvestre, daría un paso serio que demostraría su compromiso para salvar la vida de todo lo que existe en la región. Esa medida generaría la confianza para que los estudiosos siguieran con sus proyectos en los sitios arqueológicos. Sería más fácil atraer fondos extranjeros para impulsar el desarrollo en las comunidades del área. Se promovería el incentivo de alquilar los árboles, en lugar de talarlos, para la venta de carbono. Se trabajaría con más celeridad un plan de turismo de bajo impacto, dirigido a los visitantes que buscan reconectarse con la naturaleza y aprender sobre el legado del maya antiguo.
Hansen se mostró muy entusiasmado cuando me contó sobre un tren ecológico que se utilizaría para conducir a los visitantes por las ciudades secretas asentadas en esta increíble región. “Es la forma más barata, más silenciosa, más limpia que existe”, añadió.
En la mentalidad maya los ciclos históricos se repiten. Si ahora, en el siglo XXI los guatemaltecos rescatamos la Cuenca Mirador, tendremos la oportunidad de volver a transformar nuestra propia historia, como una vez los hicimos, hace más de dos mil años, en la gran ciudad de El Mirador. El viernes siguiente me referiré a ese monumental sitio arqueológico.
extraído de Prensa Libre
Desde hace años el Dr. Richard Hansen, director del proyecto Cuenca Mirador y sus colegas, han dado la voz de alarma: “S.O.S. aquí desde Cuenca Mirador. ¿Nos escuchan?”, agregó el Clarinero. Me da la impresión de que su angustioso llamado no lo hemos querido escuchar la mayoría de los guatemaltecos. Su intención es preservar el bosque y los sitios arqueológicos para las generaciones del futuro.
Conversé con Hansen. Me mostró las fotografías de la NASA, que señalan los incendios en la Biosfera Maya. ¡Da horror! Esas fotos me hicieron pensar en la Cuenca Mirador como si fuera la proa de un barco que trata de abrirse paso entre un mar de fuego. Si los incendios, los narcos, los madereros, los saqueadores de piezas continúan haciendo de las suyas acabarán con la Cuenca y con todo el territorio de Petén en poco tiempo. ¿Pero cómo salvar la Cuenca Mirador? De acuerdo a Hansen, la primera medida de emergencia para evitar esa catástrofe sería declarar la Cuenca como una Zona Silvestre. Es vital impedir la construcción de carreteras. Son como un “beso de la muerte”, me dijo. Claro, respondí, una carretera rompe los ecosistemas frágiles de nuestras selvas. Permiten la avalancha de vehículos, gente, contaminación. En el 2008, el presidente Álvaro Colom presentó el proyecto Cuatro Balam. La zona norte de Petén, donde se encuentra la Cuenca, sería declarada como un parque, pero ese plan se esfumó.
Si el Gobierno declarara la Cuenca Mirador como Zona Silvestre, daría un paso serio que demostraría su compromiso para salvar la vida de todo lo que existe en la región. Esa medida generaría la confianza para que los estudiosos siguieran con sus proyectos en los sitios arqueológicos. Sería más fácil atraer fondos extranjeros para impulsar el desarrollo en las comunidades del área. Se promovería el incentivo de alquilar los árboles, en lugar de talarlos, para la venta de carbono. Se trabajaría con más celeridad un plan de turismo de bajo impacto, dirigido a los visitantes que buscan reconectarse con la naturaleza y aprender sobre el legado del maya antiguo.
Hansen se mostró muy entusiasmado cuando me contó sobre un tren ecológico que se utilizaría para conducir a los visitantes por las ciudades secretas asentadas en esta increíble región. “Es la forma más barata, más silenciosa, más limpia que existe”, añadió.
En la mentalidad maya los ciclos históricos se repiten. Si ahora, en el siglo XXI los guatemaltecos rescatamos la Cuenca Mirador, tendremos la oportunidad de volver a transformar nuestra propia historia, como una vez los hicimos, hace más de dos mil años, en la gran ciudad de El Mirador. El viernes siguiente me referiré a ese monumental sitio arqueológico.
extraído de Prensa Libre