Egipto está en caos, en todas las ciudades miles de manifestantes se han tomado las calles para protestar contra el presidente Mubarak, quien gobierna ese país desde hace 30 años. No comulgo con ningún presidente, comandante en jefe o líder de un país que se eternice en el poder. Es un insulto a los pueblos que un tipo quiera quedarse más de dos períodos o un sexenio en el poder, no comulgo con esos métodos en donde por medio de elecciones (sean estas fraudulentas o no) trate de legitimar a dictadores y se queden décadas en el poder. ¿Aun si son buenos?, ¿inocentes y bien intencionadas ovejitas?: aun así.
Pero vemos como la tecnología merma a los dictadores, por eso tanto esfuerzo de cierto estados en controlar el Internet, en el caso egipcio, fue el Twitter y el Facebook las herramientas que utilizó la gente para organizarse. Hasta este momento, nadie sabe que pasará, independientemente que derriben a Mubarak, ya se encuentras calendarizadas las elecciones a finales de este año, tendrán que ser transparentes, la clase política se ha dado cuenta que se están sentados en un polvorín, al parecer, la mayor preocupación de muchos, es que la oportunidad sea utilizada por los Hermanos Musulmanes y se instaure una teocracia de corte islamista, ahí saltarían de las olla a las brazas.
Actualmente en el Cairo reina la anarquía, han ocurrido saqueos y cientos de casas y comercios han sido allanados por turbas enardecidas que han perdido de vista el objetivo de la protesta inicial. Ayer el Museo de Egipto fue asaltado por vándalos que lograron penetrar a la salas y destruyeron algunas preciosas colecciones arqueológicas y el colmo, dentro de la destrucción atacaron a dos momias que estaban en exhibición y les rompieron sus cuerpos, solo dejaron sus cabezas. El caos en Egipto es tal que no hay seguridad en las calles, la misma población tiene que armarse de garrotes, cuchillos y armas personales para defender sus pertenencias, peligran los más básicos derechos de los egipcios, asimismo objetos de valor patrimonial y cultural incalculable.
Cuando Estados Unidos invadió Iraq pasó lo mismo con el museo de Bagdad, las antiguas colecciones mesopotámicas fueron saqueadas, curioso, no fue el ejercito invasor, sino sus los mismos ciudadanos iraquíes que se fueron contra el museo para destruirlo, como dice una colega “la gente en turba es imbecil”, parece que pierden el sentido y el control, una masa encolerizada va contra autos, gente, museos, edificios, hace unos años ocurrió algo similar en Francia, levantamientos de jóvenes migrantes que casi dan fuego a medio país.
Recuerdo que durante la guerra civil de El Salvador, el Museo Nacional ahora Museo Nacional de Antropología sufrió un atentado, un coche bomba fue detonado en su exterior, la explosión fue tal, que vitrinas y parte de la colección sufrió daños, vaya usted a saber cual es el objetivo militar del museo.
Me dicen que los laboratorios de las facultades de química de la Universidad de El Salvador fueron destruidos por la Fuerza Armada en una de las intervenciones de los años ochenta; se dice, que era posible realizar en dichos laboratorios la prueba de C14, todavía ahora, treinta años después, no podemos realizar estas dataciones en el país, tenemos que enviar hacia el extranjero los especimenes.
Durante la ocupación talibana a Afganistán, dicho régimen teocrático destruyó los enormes Budas de Bamiyan, con 1,500 años a cuestas, las representaciones del iluminado Buda eran Patrimonio de la Humanidad, pero al mismo tiempo según las autoridades religiosas se trataba de un horrible pecado. Es así que los Talibanes se tomaron la molestia de cañonear y dinamitar a los budas hasta reducirlos a polvo.
Hace unos meses el Centro de Observadores del Espacio CODE, ubicado en Santa Fe, Argentina fue destruido por unos desconocidos, a patadas y con garrotes rompieron los vidrios, quebraron los modelos aeronáuticos, tiraron por el suelo libros, manuales y revistas y el material histórico de los años de exploración espacial sufrió graves daños.
Vivimos en un peligro latente, debajo de nuestras instituciones anda el deseo reptiliano de destruir nuestros más valiosos tesoros, lo que nos identifica como especie, si damos el espacio y la oportunidad, seguro veríamos manchados los grandes cuadros de maestros del renacimiento, incendiaríamos nuestras bibliotecas o destrozaríamos nuestra propia historia cultural. Vivimos continuamente inseguros de nosotros mismos, el peligro de nuestra destrucción no viene de afuera, quizás no sea el siguiente asteroide que impacte en nuestro mundo o la próxima pandemia la que nos merme, el peligro esta aquí, adentro...
En la película de Alejandro Amenabar, El Agora, basada en la historia de Hipatia de Alejandría, presenta el final del mundo antiguo, cuando los cristianos toman el control de las principales ciudades y los “paganos” son asesinados, la sabiduría antigua es olvidada, los libros quemados y Europa se lanza al desfiladero del oscurantismo.
Esas fuerzas que se deslizan entre nosotros son una amenaza constante, vivimos al borde de la navaja.
Pero vemos como la tecnología merma a los dictadores, por eso tanto esfuerzo de cierto estados en controlar el Internet, en el caso egipcio, fue el Twitter y el Facebook las herramientas que utilizó la gente para organizarse. Hasta este momento, nadie sabe que pasará, independientemente que derriben a Mubarak, ya se encuentras calendarizadas las elecciones a finales de este año, tendrán que ser transparentes, la clase política se ha dado cuenta que se están sentados en un polvorín, al parecer, la mayor preocupación de muchos, es que la oportunidad sea utilizada por los Hermanos Musulmanes y se instaure una teocracia de corte islamista, ahí saltarían de las olla a las brazas.
Actualmente en el Cairo reina la anarquía, han ocurrido saqueos y cientos de casas y comercios han sido allanados por turbas enardecidas que han perdido de vista el objetivo de la protesta inicial. Ayer el Museo de Egipto fue asaltado por vándalos que lograron penetrar a la salas y destruyeron algunas preciosas colecciones arqueológicas y el colmo, dentro de la destrucción atacaron a dos momias que estaban en exhibición y les rompieron sus cuerpos, solo dejaron sus cabezas. El caos en Egipto es tal que no hay seguridad en las calles, la misma población tiene que armarse de garrotes, cuchillos y armas personales para defender sus pertenencias, peligran los más básicos derechos de los egipcios, asimismo objetos de valor patrimonial y cultural incalculable.
Cuando Estados Unidos invadió Iraq pasó lo mismo con el museo de Bagdad, las antiguas colecciones mesopotámicas fueron saqueadas, curioso, no fue el ejercito invasor, sino sus los mismos ciudadanos iraquíes que se fueron contra el museo para destruirlo, como dice una colega “la gente en turba es imbecil”, parece que pierden el sentido y el control, una masa encolerizada va contra autos, gente, museos, edificios, hace unos años ocurrió algo similar en Francia, levantamientos de jóvenes migrantes que casi dan fuego a medio país.
Recuerdo que durante la guerra civil de El Salvador, el Museo Nacional ahora Museo Nacional de Antropología sufrió un atentado, un coche bomba fue detonado en su exterior, la explosión fue tal, que vitrinas y parte de la colección sufrió daños, vaya usted a saber cual es el objetivo militar del museo.
Me dicen que los laboratorios de las facultades de química de la Universidad de El Salvador fueron destruidos por la Fuerza Armada en una de las intervenciones de los años ochenta; se dice, que era posible realizar en dichos laboratorios la prueba de C14, todavía ahora, treinta años después, no podemos realizar estas dataciones en el país, tenemos que enviar hacia el extranjero los especimenes.
Durante la ocupación talibana a Afganistán, dicho régimen teocrático destruyó los enormes Budas de Bamiyan, con 1,500 años a cuestas, las representaciones del iluminado Buda eran Patrimonio de la Humanidad, pero al mismo tiempo según las autoridades religiosas se trataba de un horrible pecado. Es así que los Talibanes se tomaron la molestia de cañonear y dinamitar a los budas hasta reducirlos a polvo.
Hace unos meses el Centro de Observadores del Espacio CODE, ubicado en Santa Fe, Argentina fue destruido por unos desconocidos, a patadas y con garrotes rompieron los vidrios, quebraron los modelos aeronáuticos, tiraron por el suelo libros, manuales y revistas y el material histórico de los años de exploración espacial sufrió graves daños.
Vivimos en un peligro latente, debajo de nuestras instituciones anda el deseo reptiliano de destruir nuestros más valiosos tesoros, lo que nos identifica como especie, si damos el espacio y la oportunidad, seguro veríamos manchados los grandes cuadros de maestros del renacimiento, incendiaríamos nuestras bibliotecas o destrozaríamos nuestra propia historia cultural. Vivimos continuamente inseguros de nosotros mismos, el peligro de nuestra destrucción no viene de afuera, quizás no sea el siguiente asteroide que impacte en nuestro mundo o la próxima pandemia la que nos merme, el peligro esta aquí, adentro...
En la película de Alejandro Amenabar, El Agora, basada en la historia de Hipatia de Alejandría, presenta el final del mundo antiguo, cuando los cristianos toman el control de las principales ciudades y los “paganos” son asesinados, la sabiduría antigua es olvidada, los libros quemados y Europa se lanza al desfiladero del oscurantismo.
Esas fuerzas que se deslizan entre nosotros son una amenaza constante, vivimos al borde de la navaja.