Alguien me comentó que esta fiesta de los muertos es una gran hipocresía, "en vida se dan las cosas" se quejaba de las largas filas de los automoviles para intentar entrar en los campos santos. Como sea, la fiesta no tiene mayor implicación en los muertos, simplemente por que están muertos. Es una fiesta de los vivos para honrar una fase posterior a la vida, que la representamos a través del recuerdo de nuestros difuntos.
Somos nosotros, la colectividad en vida, quienes les recordamos, es como una responsabilidad momentanea que tenemos en nuestras manos, por el momento, por que tarde o temprano estaremos en estos cementerios siendo recordados y honrados por las visitas de los que han quedado.
Llegué al Cementerio General por la tarde, casi al filo del cierre, a tomar algunas fotografías y ver por ahí la tumba de una parte de mi familia, comprar algo de hojuelas y ver a las personas pasando su tiempo sobre las tumbas, algunas de ellas tan solo caminan entre las cuadras del panteón observando las lápidas, leyendo nombres y comentando fechas, algunos interesados por la diversidad de estilos que hay dentro del cementerio. Otros, sobre todo los niños, con una curiosidad temerosa apenas asoman su cabeza entre los barrotes de las criptas, como queriendo ver algo que se mueva y los asuste.
Nada se moverá, hace mucho tiempo que esta gente no existe.
Ahí están los restos de mi Tío Nelson, quien murió hace pocos años, murió mientras se lavaba las manos, rendido su corazón por una bacteremia proveniente de un absceso dental mal tratado, los antibióticos no hicieron su trabajo, su afición al licor fue más poderoso que la enfermedad. También yace mi Tía abuela Alba, conocida entre la familia como Albita, quien murió por un accidente cerebro vascular en 1984, y quien trataba de aficionarme durante mi niñez al aprendizaje de la gramática, "estudie la gramática" me decía en cuanto podía. Ella era de carácter fuerte, siempre trataba de escaparme para evitar sus consejos gramaticales. Unos días antes de su muerte, durante el coma, algunos parientes se reunieron a su alrededor a rezar el rosario, una señora quien no recuerdo juraba que mi tía había dicho "amen" al finalizar el rezo y por unos momentos el escándalo y gritos de júbilo se apropiaron de la casa, pensaban que mi tía regresaba del coma y todo estaría bien, cada uno de regreso a sus vidas y aquí no pasó nada. La felicidad duró poco, cuando mi Tía Ivonne en ese tiempo estudiante avanzada en medicina, dijo tajantemente que no había ninguna posibilidad que ella hubiera terminado el rezo con el "amen", mi Tia Alba seguía en un coma extremadamente profundo del cual terminó cuando murió un par de días después.
Compartiendo los nichos están mis dos bisabuelos, Angel Sánchez y Amalia Huezo, en mi cabeza no hay ningún claro recuerdo de ellos, más que puros recuerdos inventados. Quizás en 1925, mi bisabuelo compró una enciclopedia universal, titulada "El Tesoro de la Juventud", estos libros prácticamente me enseñaron a leer, aun están conmigo, la confianza en la sociedad del conocimiento comenzó hace mucho, cuando leía las antiguas páginas de la enciclopedia que sembró en mí el interés por lo desconocido, por la ciencia y por el descubrimiento. Todo por una trivial decisión que tomó alguna vez mi bisabuelo.
Dos muertos más le dan otro sentido a la fiesta, uno está a unos pocos kilómetros de ahí, en un cementerio diferente y el otro en San Miguel, pero de ellos hablaremos en pocas semanas, cuando cumplan algunos años de haber fallecido, los últimos post han sido de muertos.
Aquí pueden ver algunas fotografías del Cementerio General de San Salvador.