Thursday, January 24, 2008

Olga

Olga había nacido en 1919, con seguridad los muertos de la "Gran Guerra" aun eran recordados en las principales ciudades europeas, en las márgenes del conflicto, una pequeña república agro exportadora apenas figuraba ridículamente en un mapa (El Salvador).
En esa época una serie de presidentitos jugaban a pasarse el poder de unas manos a otras, en un tío vivo "democrático" y absurdo, los Melendez-Quiñonez muy “cívicamente” se turnaban de presidentes cada uno o dos años.
Olga había nacido en Jucuapa, cabecera departamental de Usulután, cuando apenas eran un par de calles y casas empolvadas, era una de los quince hijos de un abogado, quien era apoderado de una de las familias más importantes del lugar, pero que contra todo pronóstico de un hombre altamente estudiado y racional, el “Doctor” mantenía a sus hijas bajo el absoluto control de padre celoso, afuera los novios! y las mujeres se quedan sin estudio! era su orden principal. Por ello Olga solo logró cumplir con su estudio básico, nunca aplicó ni entró jamás a la universidad, aún así se las arregló para conocer a Pedro Berríos, con quien años después se casaría.
Se embarazó a finales de 1950, pero faltando un par de semanas para el parto, un terremoto azotó Jucuapa, el trueno terrestre pareció llegar desde los cerros, según recuerdan sus hermanas ,se escuchaba como si miles de aviones pasaran sobre la ciudad, en pocos segundos la tierra derribó casas y prácticamente desintegró los pueblos cercanos, el terremoto fue el final de una era para el pueblo, y de un cambio de vida de la familia Sánchez Aguilar, desde ese día Olga mantuvo un pánico descontrolado sobre cualquier movimiento terrestre, no importándole si este era suave o violento.
La niña que se formaba en su vientre terminó por nacer en San Miguel, Olga la llamó Ruth, luego se mudaron a San Salvador, en una casa que el Doctor construyó a las orillas de San Salvador, muy cerca del Parque Cuscatlán, en esa época la calle sexta décima era de tierra y piedras.
Tres niños más vinieron, Alex, Nelson e Ivonne… uno de ellos, Alex murió de pequeño, probablemente de una infección intestinal, dándole a Olga uno de los primeros golpes de la vida. El otro golpe subsecuente se lo dió Pedro, quien tenía el mal de ser un hombre apuesto y de parecerse –para desgracia de Olga- a Pedro Infante, en una época cuando la estrella mexicana era toda una celebridad en vida.
Así que las faldas que Pedro conseguía, terminaron por separarlo de Olga, nunca se divorciaron y los niños terminaron siendo educados y criados gracias a sus hermanas y abuelos. Los siguientes años fueron de algunos trabajos de oficina, y los niños crecieron y se desarrollaron. A finales de los años sesentas, mientras Ruth paseaba por el cercano Parque Cuscatlán, conoció a un delgado y despreocupado muchacho llamado Jorge Antonio Colorado, que luego de un animoso noviazgo quedó embarazada, naciendo con ello el primer nieto de Olga: Jorge Arturo.
Poco tiempo después, luego de una grave enfermedad murió el Doctor, siguiéndolo la madre de Olga, Amalia, ambos fallecimientos desembocaron en pleitos y embrollos gigantescos, todo por la herencia y las fincas. Hecho que fragmentó para siempre a la familia. Todo el lío fue creado por la brillante mente del Doctor, quien siendo abogado, dejó para todos su más grande creación, el testamento más complicado en la historia del mundo jurídico, un verdadero teorema de Fermat para los abogados, los cuales por más de 35 años han tratado de resolverlo sin ningún éxito, en otras palabras la dichosa herencia se conformaba en una sociedad de cuyos bienes no podría venderse o deshacerse de ninguna forma, haciéndola prácticamente indisoluble y eterna, de existencia infinita hasta la consumación de los siglos, siendo heredada de hijos a nietos a bisnietos a tataranietos, como una maldición que repta hasta un futuro sin límites. Tal fue el embrollo y los pleitos, que en una ocasión unos sobrinos de Olga conocidos como “los machuca” se fueron a golpes contra sus tías exigiéndoles la entrega de las escrituras, en ese pleito los machuca le fracturaron un brazo a Olga, esa noche el desparpajo fue tal que incluso Jorge Antonio, el muchacho que conoció a Ruth y padre de Jorge Arturo salió con un ojo morado en el momento de defender a las mujeres, ese evento marcó la máxima crisis en la familia y a su vez marcó el inicio del destino salado de los machuca.
En ese mundo nació Jorge Arturo, niño que comenzó a ser la sombra de Olga, a quien finalmente terminó por llamar bajo el nombre de “Abue”, y quien la “Abue”, ayudó en su educación, cuido y atenciones para su nieto, de contarle cuentos y llevarlo a misa, de hacer casitas de cartón para jugar, a tal punto era el amor de su nieto que compartieron una gran habitación durante 13 años en la casa que hizo el doctor cerca del Parque.
Años después nació el segundo de sus nietos; Alex Antonio, hijo de su hijo más rebelde, Nelson, de quien estuvo por muchos años enfermo de alcoholismo y del cual terminó por matarlo hace algún tiempo.
A mediados de los años ochentas y noventas, Ivonne la menor de los hijas de Olga, que se doctoró en medicina y le dió a Olga tres nietos más, todos varones, y comenzó a cuidar y hacerse cargo de Olga, regresando nuevamente al oriente del país, a la misma ciudad donde cuarenta años antes había nacido Ruth, en San Miguel.
Así se mantuvo Olga, los nietos crecieron, y sus hermanas comenzaron a morir, una de ellas, la que le dolió más murió a finales del 2001, de un cáncer de mama, la tristeza de la pérdida de su hermana más querida llenó sus últimos años, tristeza que poco a poco se iba mermando por un olvido de ancianidad.
El 31 de diciembre avisaron que Olga estaba con fiebre, se acostó y no se levantó más, durmió por los siguientes días, pero dejó de comer, hablar y de interactuar con la gente, finalmente “la abue” murió, era el 14 de enero de 2008, a las 7:10 de la mañana, en una cama de la residencia de su hija Ivonne, en San Miguel de la frontera.
El contexto de la vida es así, se nace para morir, las complejidades de la vida se difuminan en la cotidianidad del día a día, uno no sabe que encontrará en el transcurso entre el nacimiento y la muerte, ni que vidas se generarán a partir de uno, aquí hay un punto fundamental, por que quien ahora pone en contexto la vida de Olga, que tan solo es un brochazo de su larga existencia, es uno de sus nietos, el primero, el que tuvo la gracia de ser educado y criado por ella, de conocer y saborear la cultura que proviene desde la antigüedad, y aquí, en nuestra historia personal, de recuerdos y alegrías, se encuentra finalmente la vida más allá de la muerte.
Y esa es nuestra mayor fortuna.

Sunday, January 13, 2008

Hace siete años, el terremoto

Parecía el sonido de un avión acercándose, todos nos vimos las caras en el aeropuerto,
cuando alguien comentó entre dientes, "está temblando"; lo que siguió fue una sacudida como nunca había experimentado, por mucho más fuerte que el terremoto de 1986. Salí como pude del aeropuerto -por suerte estaba a unos pasos de la puerta principal-, pero tuve que empujar a un tipo que había quedado paralizado en justo en el camino, que inmediatamente sería invadida por unos 70 o 100 personas, muchedumbre que se arremolinaba ante la puerta con intensiones de salir lo más rápido posible.
Recorrí la calle frente a la terminal aerea, entré al parqueo y el terremoto continuaba, en el suelo los adoquines, que son unos pequeños ladrillos se cemento, prácticamente bailaban como piezas de dominó, estallandoles sus bordes cuando golpeaban con otros. Las lámparas del estacionamiento se bamboleaban de un lado a otro. Pero; lo peor, era el sonido del edificio, toneladas de concreto y hierro soportando la fuerza de la tierra, es una recuerdo imposible de olvidar, y en alquel estruendo unas señoras vendedoras arrodilladas junto a sus canastos imploraban a Dios que detuviera el terremoto.
Segundos después que parecieron una eternidad, el temblor al fin se detuvo, los empleados del aeropuerto regresamos a sacar a los pasajeros, los de nuestra compañía y los de las otras empresas (Los pasajeros de varias empresas gringas fueron abandonados por sus empleados). El aeropuerto estaba hecho un desastre, tuberías rotas, vidrios quebrados, el cielo falso en el suelo, polvo, tierrra y grietas, sin luz. Pocos minutos después el ejército tomaría la seguridad del edificio cerrando las puertas para el que intentara entrar.
Asi las cosas regresamos, mi auto lo llené con varios compañeros de trabajo, dos de ellas embarazadas. Los 44 kilómetros que separa el aeropuerto de San Salvador, vimos más de una decena de derrumbes de tierra, a lo lejos, en otra carretera un bus había quedado atrapado por varias rocas que le cayeron encima, imposible de hacer algo. Con la idea que la ciudad había quedado arrazada, doblamos por San Marcos para ver todo el valle de San Salvador, vimos que del volcán salía grandes nubes oscuras, pensando que era explosion volcánica, la cosa se puso fea, luego por la radio, las pocas radios que aun transmitían, anunciaron que simplemente era polvo que se habia esparcido dentro del cráter.
Mi casa, en pie, tan solo un reloj quebrado y un florero, extrañamente vi el teléfono descolgado, lo había levantado el temblor, pero no tiró una taza que había dejado un día antes justo en la orilla de una mesa.
Esa noche dormí en la sala, junto a la gata que me hizo compañía y al día siguiente supe por llamadas que dos compañeros de trabajo habían desaparecido en un derrumbe que destruyó la tristemente célebre "Las Colinas", Julio y Verónica, ambos un matrimonio reciente, ella de cinco meses de embarazo la encontraron dias después bajo toneladas de tierra, pero Julio, para dolor de los familiares, tan solo lograron rescatar una parte de su cuerpo.
Hoy, a las 11:35 de la mañana, hace 7 años se cumple un aniversario de uno de los terremotos más trágicos de El Salvador.
Y para rematar, exactamente un mes después, el 13 de febrero, otro terremoto sacudió a todo el país, ahora afectando la zonas que el otro terremoto había perdonado.