Las primera horas del sábado pasé trabajando en un análisis sobre la vivienda en El Salvador, era una especie de ensayo que lo trabajaba con otro colega, tuve tiempo para dormir unas horas, pero a buenas seis de la mañana mientras estaba revisando el texto, me di cuenta de la noticia del asesinato de Facundo Cabral en la ciudad de Guatemala.
Me quedé congelado, pues Facundo ha sido una persona que desde adolecente estuvo dentro de mis gustos musicales, me llegó por medio de Alberto Cortez, cuando a finales de los ochenta y principio de los noventas escuchaba su música en casetes en una pequeña grabadora Sanyo, que dio paso a un equipo de sonido Sony de doble casetera, con disco de vinil y lector de CD.
A finales de los noventa, por x o y razones terminé trabajando en una línea aérea (un día escribiré al respecto) pude conocer en persona a Facundo, él salía de El Salvador, luego de ofrecernos un concierto junto a Alberto Cortez al cual asistí.
A Cortez lo noté muy cansado, creo que estaba enfermo o algo así y me pareció con sobrepeso, él muy amable, me dio un autógrafo y le dije lo mucho que admiraba, con Facundo fue diferente, mientras esperábamos el avión nos apartamos de la sala y platicamos casi por 30 minutos, sobre lo que hacía, sobre lo que yo estudiaba (entonces iba a comenzar Antropología) , sobre la vida, el futuro, del sistema de cosas, etc.
Fue una belleza platicar con Facundo Cabral, antes de irse me dijo que me daba un autógrafo, pensé en darle un papel que me durara por siempre, y le di mi cédula (una libretita de identificación personal) y me le escribió “Facundo” y nada más, subió a su avión y se fue.
Dos años después desaparecería la cédula, reemplazada por el Documento Único de Identidad DUI, y el día que la cambié la dichosa cédula, el burócrata que me atendió me preguntó que quien había manchado la cédula en la página 10, le dije que era un autógrafo de Facundo Cabral, lo que me ganó una reprimenda por parte del funcionario, me dijo que la cédula (cosa que pasaría a ser destruida) no era para andarla manchando pues era un documento legal que perdía validez en cuanto se alterara, y esa “mancha” era una alteración que tenía que ser avalada por un notario y bla, bla, bla.
Luego de varios minutos accedieron a darme mi DUI, he olvidado si me devolvieron o me decomisaron la cédula, creo que fue lo último, me da cierto malestar pensar que el burócrata se quedó con ella destruyendo para siempre el autógrafo de Facundo, aunque pensándolo mejor, ahora el autógrafo no tiene mayor sentido que ser una curiosidad; de hecho, no lo lamento, porque lo que realmente he valorado durante todos estos años fueron los treinta minutos que pude hablar a solas con ese gran maestro.
Lo mataron, de una forma tan vil, tan canalla que me da asco solo de pensar en sus asesinos, murió en manos de la lacra que por ahora destripa a nuestros pueblos mesoamericanos, que compra funcionarios y los corrompe, que lava dinero, que secuestra y contrabandea narcóticos.
Me quedé congelado, pues Facundo ha sido una persona que desde adolecente estuvo dentro de mis gustos musicales, me llegó por medio de Alberto Cortez, cuando a finales de los ochenta y principio de los noventas escuchaba su música en casetes en una pequeña grabadora Sanyo, que dio paso a un equipo de sonido Sony de doble casetera, con disco de vinil y lector de CD.
A finales de los noventa, por x o y razones terminé trabajando en una línea aérea (un día escribiré al respecto) pude conocer en persona a Facundo, él salía de El Salvador, luego de ofrecernos un concierto junto a Alberto Cortez al cual asistí.
A Cortez lo noté muy cansado, creo que estaba enfermo o algo así y me pareció con sobrepeso, él muy amable, me dio un autógrafo y le dije lo mucho que admiraba, con Facundo fue diferente, mientras esperábamos el avión nos apartamos de la sala y platicamos casi por 30 minutos, sobre lo que hacía, sobre lo que yo estudiaba (entonces iba a comenzar Antropología) , sobre la vida, el futuro, del sistema de cosas, etc.
Fue una belleza platicar con Facundo Cabral, antes de irse me dijo que me daba un autógrafo, pensé en darle un papel que me durara por siempre, y le di mi cédula (una libretita de identificación personal) y me le escribió “Facundo” y nada más, subió a su avión y se fue.
Dos años después desaparecería la cédula, reemplazada por el Documento Único de Identidad DUI, y el día que la cambié la dichosa cédula, el burócrata que me atendió me preguntó que quien había manchado la cédula en la página 10, le dije que era un autógrafo de Facundo Cabral, lo que me ganó una reprimenda por parte del funcionario, me dijo que la cédula (cosa que pasaría a ser destruida) no era para andarla manchando pues era un documento legal que perdía validez en cuanto se alterara, y esa “mancha” era una alteración que tenía que ser avalada por un notario y bla, bla, bla.
Luego de varios minutos accedieron a darme mi DUI, he olvidado si me devolvieron o me decomisaron la cédula, creo que fue lo último, me da cierto malestar pensar que el burócrata se quedó con ella destruyendo para siempre el autógrafo de Facundo, aunque pensándolo mejor, ahora el autógrafo no tiene mayor sentido que ser una curiosidad; de hecho, no lo lamento, porque lo que realmente he valorado durante todos estos años fueron los treinta minutos que pude hablar a solas con ese gran maestro.
Lo mataron, de una forma tan vil, tan canalla que me da asco solo de pensar en sus asesinos, murió en manos de la lacra que por ahora destripa a nuestros pueblos mesoamericanos, que compra funcionarios y los corrompe, que lava dinero, que secuestra y contrabandea narcóticos.
Su muerte representará algo, tengo fe que su asesinato será un parte aguas en Guatemala, tengo fue que habrá un antes y un después de su muerte, los niveles de violencia en el triangulo norte de Centroamérica y en México están llegando a unos niveles insostenibles y es preciso hacer algo, esto simplemente no puede ser, no es cosa de Guatemala, no es cosa de los “chapines”, el terror y el asesinato es transnacional, es una lacra que contamina buena parte de los países de América, desde Colombia hasta los Estados Unidos, incluyendo el Caribe, estamos tristemente metidos en una guerra, de la cual ya han matado a cientos de personas, y el sábado cometieron un crimen atroz, asesinaron a un hombre bueno, de paz, a un poeta…
Un día, no recuerdo adonde, leí lo siguiente: “malditos sean los que maten a un poeta”, ojalá y esta frase les resuene en los oídos a estos canallas asesinos.
Para los interesados, pueden ver una entrevista a Facundo grabado por CNN en español aquí
Un día, no recuerdo adonde, leí lo siguiente: “malditos sean los que maten a un poeta”, ojalá y esta frase les resuene en los oídos a estos canallas asesinos.
Para los interesados, pueden ver una entrevista a Facundo grabado por CNN en español aquí
1 comment:
Grande, muy grande, Cabral...
Cuando nos daremos cuenta de que sólo ser felices es nuestro color de identidad.
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