Es 1998, me acerco a una ventana y veo todo Manhattan a mis pies, estoy en el piso 108, en la sala de observación de la Torre Sur del Word Trade Center, el lugar ha sido acondicionado para recibir a miles de turistas, que después de tomar un veloz ascensor llegan ansiosos a ver por las ventanas.
Pongo mi cabeza entre dos columnas, que apenas dan espacio para mi cuerpo, veo hacia abajo, hasta donde el vidrio me permite asomarme y noto la considerable altura en donde estoy, ni pensar en caerse desde ahí, da espanto solo pensarlo. Mi madre, quien me acompaña en la aventura, me toma un par de fotografías, imágenes que luego tendré en papel, es una época previa a las cámaras digitales, mi Pentax K1000 hace lo suyo.
Luego de comer una pizza en uno de los negocios ubicados en el mirador subimos hasta la azotea, no hay estructura más alta que las torres en toda la ciudad, el Empire State visible en la distancia en dirección norte quizás es más esbelto, pero no más alto.
Mientras los años pasaron, las Torres siempre estuvieron ahí, eran el trasfondo de la gran ciudad, no importa desde donde uno estaba.
En Enero de 2001, hice un brunch (desayuno-almuerzo) dominguero junto a mis padres, en el Restaurante Windows of the World, ubicado en la misma torre sur, no hay como desayunar con un buen champagne y una vista magnífica. En un piano, un hombre tocaba un blues y algo de jazz con tanta determinación que no terminó de gustarle a mi padre, yo estaba muy alegre ese día, a pesar del frío, la mañana era muy brillante y transparente, ni una nube en el cielo. En la lejanía se observaban a varios aviones despegando del aeropuerto La Guardia, nunca se me pasó la idea de que uno de ellos podría impactar en las torres.
Meses después, al encender CNN creí ver una película de efectos especiales cuando las torres eran golpeadas por aviones secuestrados, como todo el mundo, me costó dar crédito a lo que veía, entristecido vi desaparecer aquellas maravillas de la ingeniería que mientras colapsaban cegaban la vida de cientos de personas.
Luego de comer una pizza en uno de los negocios ubicados en el mirador subimos hasta la azotea, no hay estructura más alta que las torres en toda la ciudad, el Empire State visible en la distancia en dirección norte quizás es más esbelto, pero no más alto.
Mientras los años pasaron, las Torres siempre estuvieron ahí, eran el trasfondo de la gran ciudad, no importa desde donde uno estaba.
En Enero de 2001, hice un brunch (desayuno-almuerzo) dominguero junto a mis padres, en el Restaurante Windows of the World, ubicado en la misma torre sur, no hay como desayunar con un buen champagne y una vista magnífica. En un piano, un hombre tocaba un blues y algo de jazz con tanta determinación que no terminó de gustarle a mi padre, yo estaba muy alegre ese día, a pesar del frío, la mañana era muy brillante y transparente, ni una nube en el cielo. En la lejanía se observaban a varios aviones despegando del aeropuerto La Guardia, nunca se me pasó la idea de que uno de ellos podría impactar en las torres.
Meses después, al encender CNN creí ver una película de efectos especiales cuando las torres eran golpeadas por aviones secuestrados, como todo el mundo, me costó dar crédito a lo que veía, entristecido vi desaparecer aquellas maravillas de la ingeniería que mientras colapsaban cegaban la vida de cientos de personas.
1 comment:
Nunca subí a las torres solo las ví desde mi diminutez cuál niño vé a un adulto! extraño las fotos en papel, las tuyas en las torres serán un tesoro dentro de 50 años, bueno ya lo son!
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