Hace
unos días regresamos a Long Island con la intención de pasar un día en la
playa. El calor del verano invita a descansar entre la arena y el mar, así
que cuando uno siente la necesidad de ir a la playa (y tiene las posibilidades
de hacerlo) hay que obedecer al llamado de la naturaleza.
Southampton
es un pueblo ubicado a unos 133 km de la ciudad de New York, para llegar se
pueden tomar un tren, un bus o alquilar un automóvil; eso sí, el alquiler tiene
su costo más allá del precio que uno paga por el vehículo porque es necesario
pagar peajes y combustible. El alquiler de automóviles en el verano sube
muchísimo en New York, un día puede costar arriba de $120.
La
ventaja de usar un automóvil es que uno tiene la autonomía de ir donde le
plazca.
¿Tener
un vehículo propio? En NYC no es necesario que tenerlo, otro día escribiré
sobre ello.
El
pueblo de Southampton está ubicado casi en el extremo oriental de Long Island,
hacia el sur se encuentra en océano Atlántico y hacia el norte la bahía
Peconic. Así que como es de imaginar, la costa del lado de la bahía posee un
oleaje calmo mientras que el litoral oceánico es de grandes olas y fuertes
corrientes.
El
acceso a las playas es una cuestión un poco complicada sobre todo si uno maneja
un automóvil, porque es necesario utilizar los estacionamientos correspondientes.
Estados Unidos es muy estricto en el tema del parqueo y en Southampton no es la
excepción. Por lo tanto es necesario buscar los estacionamientos y tomar en cuenta que muchos de ellos son pagados, mientras que otros están
reservados para los residentes del pueblo y vecindades.
Yo
vengo de un país tropical donde la plata estaba a media hora de viaje y donde
el agua es tibia y la arena es negra, con cocoteros y olas que podían alcanzar
gran tamaño. Las playas de El Salvador no solo era un sitio de diversión sino
también de comercio, es común que comerciantes ofrezcan algo de comer al
visitante, sean ostra, mariscos o “minuta” (hielo en forma de nieve con
colorantes y azúcar).
Las
playas de Southampton son diferentes, para mí es la típica playa estadounidense
de arenas blancas, con pequeñas dunas en sus contornos donde crece un
montecillo espigado muy particular. Por
supuesto que no hay cocoteros, tampoco aparecen vendedores ambulantes ofreciendo
platillos marítimos.
Todo
es muy organizado, hay áreas comunales con baños y duchas y todos los sitios
poseen un estricto reglamento que hay cumplir –no se permiten fogatas, dejar
basura en la arena, música estridente, ebrios, mascotas, etc.- los salvavidas
le indican a los veraneantes donde es más seguro nadar y continuamente, cuando
la corriente cambia, alertan a la gente utilizando silbatos.
En
algunas playas es posible alquilar sombrillas y sillas playeras, así que solo
basta colocar una toalla y llevar algo de comida para compartir.
En verano
el agua puede estar fría aunque afuera esté muy caliente, es evidente que el
agua no está tan fría como lo está en invierno, pero al menos –dependiendo de
la fecha- uno siente cierta sensación térmica cuando se mete al agua. Cuando
fuimos, yo sentí el agua demasiado helada para mi gusto; sin embargo, luego de
un rato dentro del agua el cuerpo se acomoda a la temperatura.
Para
evitar la hipotermia al entrar a la playa hay un indicador de la temperatura
del agua, si el mar está muy frío, las autoridades prohíben el baño.
Veamos
que más depara el verano…