En Egipto.
El 4 de noviembre de 1922 habían encontrado unas gradas, los hombres siguieron cavando, el arqueólogo Howard Carter no podía dormir, la ansiedad lo asaltó, durante todos esos días tuvo el corazón en un hilo.
El 25 del mismo mes encontraron una puerta de piedra, la cual rompieron, el día siguiente encontraron una segunda, junto a Carter estaba Lord George Herbert de Carnarvon, un aristócrata que había financiado la excavación de Carter.
Al encontrar la segunda puerta ambos hombres se reunieron frente a ella, hicieron un pequeño agujero, reinaba la oscuridad, y Carter introdujo su mano sosteniendo una vela, el lugar no había recibido luz desde hacía más de tres mil años, sus ojos tardaron en adaptarse a la oscuridad, adentro brillaban las ofrendas funerarias de un rey egipcio hasta entonces olvidado en las arenas del desierto.
Lord Carnarvon impaciente preguntó, “¿Se puede ver algo?
Howard Carter respondió “Sí...cosas maravillosas”
Había encontrado a Tutankamon.
El 4 de noviembre de 1922 habían encontrado unas gradas, los hombres siguieron cavando, el arqueólogo Howard Carter no podía dormir, la ansiedad lo asaltó, durante todos esos días tuvo el corazón en un hilo.
El 25 del mismo mes encontraron una puerta de piedra, la cual rompieron, el día siguiente encontraron una segunda, junto a Carter estaba Lord George Herbert de Carnarvon, un aristócrata que había financiado la excavación de Carter.
Al encontrar la segunda puerta ambos hombres se reunieron frente a ella, hicieron un pequeño agujero, reinaba la oscuridad, y Carter introdujo su mano sosteniendo una vela, el lugar no había recibido luz desde hacía más de tres mil años, sus ojos tardaron en adaptarse a la oscuridad, adentro brillaban las ofrendas funerarias de un rey egipcio hasta entonces olvidado en las arenas del desierto.
Lord Carnarvon impaciente preguntó, “¿Se puede ver algo?
Howard Carter respondió “Sí...cosas maravillosas”
Había encontrado a Tutankamon.
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